¿Residuo o memoria?

Una recopilación de objetos antiguos que evocan diferentes momentos históricos, donde lo descartado es la clave para descifrar un pasado íntimo. Lo que alguna vez fue útil, lo que pasó de mano en mano o fue arrojado sin más, ahora es testimonio silencioso de un linaje de ausencias, un eco material de vidas que se desmoronaron.
Asimismo, el objeto artístico puede ser entendido como un dispositivo de memoria, una forma de encapsular el tiempo, la experiencia y el deterioro. En este sentido, actúa como una vanitas, recordándonos la fugacidad de la existencia y el inevitable paso del tiempo, como en las pinturas barrocas —Vanitas (c. 1630) de Pieter Claesz o Still Life with a Skull (c. 1625) de Philippe de Champaigne—servían para meditar sobre la muerte y la impermanencia.
Hoy el arte recoge fragmentos del presente, los reconfigura y los carga de significado simbólico. Esta mirada encuentra eco en la arqueología de la basura, disciplina que estudia los residuos humanos para entender el comportamiento social. El arte, al apropiarse de lo desechado, convierte lo banal en testimonio, como las instalaciones del colectivo Basurama o los ensamblajes de Joseph Cornell. Así, nos confronta con el consumo, el olvido y la transformación: una vanitas del siglo XXI, hecha con los restos de nuestra propia historia.