Sin título
una exposición alternativa.
La tarde empezó con una arenga, se invitó al público a desplazarse por la sala en una gran procesión, susurrando en voz baja una frase de David Pérez: EMPEZAMOS COMO NUNCA Y ACABAMOS COMO SIEMPRE». Se trataba de interiorizar y reflexionar sobre aquellas intenciones, tantas, que como promesas electorales, nos hacemos cada día para cambiar un mundo que avanza hacia lo desconocido, un mundo digital y mecanizado, re-creado SÓLO para lo productivo, evitando «lo otro» al otro, excluyendo las minorias y poniendo en crisis las relaciones humanas.
La tarde empezó con una arenga, se invitó al público a desplazarse por la sala en una gran procesión, susurrando en voz baja una frase de David Pérez: EMPEZAMOS COMO NUNCA Y ACABAMOS COMO SIEMPRE”. Se trataba de interiorizar y reflexionar sobre aquellas intenciones, tantas, que como promesas, nos hacemos cada día para cambiar un mundo que avanza hacia lo desconocido, un mundo digital y mecanizado, re-creado SÓLO para lo productivo, evitando “lo otro” al otro, excluyendo las minorías y poniendo en crisis las relaciones humanas.
Sin ser pesimistas, diría que avanzamos hacia la catástrofe y a penas podremos elegir qué y dónde ir. No hay palabras que lo definan, no hay título que lo enmarque. Es el porqué de SIN TÍTULO.
Con estas premisas y un halo de ilusión, se invita a los artistas a crear su obra, una obra que consta de un objeto, una imagen y una frase, donde cada uno de ellos se auto identifique.
Algunos eligieron sus recuerdos, sus memorias; un ser querido con quien conversar; otros optaron por el mar, su infinidad, y también su infancia, escuchándola a través de una caracola; quien quiso bajarse una escalera para subir y poder mirar que hay más allá de esa vorágine que nos atrapa; alguien se trajo un lápiz, para dibujar el sol, el mar, las estrellas y poder soñar y trazar un mundo más amable; montones de libros vacíos y pupitres rotos, una educación que no acaba de llegar, hogares olvidados; una historia rota, un pasado entre cajas de cartón; una madre, su alma. el dolor de la muerte y la esperanza, la vida y el color; el tiempo, el pasado y el presente, también un futuro mejor; la fragilidad, relatos que desaparecen, la soledad de lo otro; lo distinto, ¿quién llevará al diferente? ¿Quién gritara y se reivindicará? Reivindicar lo verde, la naturaleza, escoger, plantar y enviar una foto; una manta de la abuela que teje y teje historias de amor; una barra de labios para transmutarse y empezar la batalla con todas sus fuerza, su armadura, su coraje.
Sin ser pesimistas, diría que avanzamos hacia la catátrofe y a penas podremos elegir qué y dónde ir. Esta es la premisa que se les da a los artistas para componer la obra, una obra que consta de un objeto, una imagen y una frase, donde cada uno de ellos se autoidentifique.
Algunos eligieron sus recuerdos, sus memorias, un ser querido con quien conversar; otros optaron por el mar, escucharlo a través de una caracola; quien quiso bajarse una escalera para subir y poder mirar que hay más alla de esa voragine que nos atrapa; Otro se trajo un lápiz, para dibujar el sol, el mar, las estrellas y poder soñar en este mundo aciago.
Teresa Cháfer y Martillopis comisarios