Trenes daurades que recullen l’essència de la terra…
Merche Pereira & NEA
Este proyecto resignifica ‘l’estora d’espart’, objeto humilde y ancestral de la cultura mediterránea. Más allá de su función doméstica —aislar, proteger, delimitar— la estora encarna la memoria del territorio y la relación íntima entre comunidad y entorno. Su trenzado, tejido de fibras y gestos colectivos, remite a un saber donde lo práctico se funde con lo ritual.
La instalación propone un umbral entre lo íntimo y lo colectivo, entre el pasado y el presente. Una estora se despliega en el suelo, evocando su uso tradicional como frontera de protección y acogiendo, en un pliegue sutil, la tierra de cultivo aledaña, vestigio de lo que fue y permanece. La otra, en contraste, se presenta enrollada en vertical a modo de tótem, guardando en latencia un secreto, esperado ser activado. Así, lo visible se confunde con lo invisible, lo efímero con lo permanente, revelando la fragilidad de nuestra relación con el territorio.
L’estora es metáfora de cobijo y límite, pero también de tránsito y transformación. Oculta polvo y secretos que, guardiana de la memoria, abre un espacio de resonancia.
Con materiales sencillos y un montaje breve, la obra revela la potencia poética de lo efímero y la interdependencia entre el ser humano y su entorno.
El ser humano se distingue de otras especies animales en multitud de aspectos, pero sin duda es la comunicación a través del lenguaje lo que nos distingue sobremanera del resto. Esta característica nos permite crear comunidad y con ello el desarrollo de las civilizaciones.
A través del lenguaje somos capaces de perpetuar los hechos que conforman la vida, y el relato contado es la estrategia que nos permite, generación tras generación, acercarnos a las vivencias que conforman nuestro contexto.
La obra trata de recoger estos relatos, de forma única a través de la voz grabada, en un hecho cotidiano común de los ritos de relación, el “tomarse algo”, esa acción de compartir con otrxs las vivencias cercanas, que nos aproximan al resto de individuos, generando empatía, emoción y recuerdo. Estos relatos recogidos mientras se comparte una bebida quedan encapsulados a través de la conservación, manipulación y presentación del continente de aquel líquido compartido, a la vez que las palabras, generando una pieza compuesta por diversos relatos-contenedores, que conservarán para siempre aquel momento de compartir, de recordar, de memorar.
Se trata por tanto de una propuesta visual a través del objeto que nos permite mantener por el paso de los tiempos aquel relato que hemos decidido congelar, para poder conservarlo por siempre.
La obra Ecos, 2025, de Inmaculada Abarca se compone de varias piezas. Una de ellas consiste en un plato-fuente de cerámica en el que se disponen generosamente un montón de algas secas, consolidadas y tratadas de forma especial para que conserven su verdor. Estas algas proceden de la acequia valenciana de al lado de la Casa Cuesa de Xàtiva. Con la acción de recuperar este material natural la obra dialoga con el contexto de la agricultura y el regadío característicos en la huerta valenciana, a la vez que se relaciona directamente con el movimiento Arte Povera, en la utilización de materiales naturales y efímeros. Desde los años sesenta y en la actualidad, muchos son los artistas que utilizan materiales vegetales para propiciar con sus obras un proceso de coautoría y concienciación con la Naturaleza.
Las algas se descuelgan desde una fotografía -otra pieza de la obra- que presenta un micropaisaje, replicando las montañas que rodean la casa de Botifarra y el paisaje de la ciudad de Xàtiva con el Castillo y el Puig en sus alrededores, imagen tomada en las humedades de las paredes de las acequias circundantes.
Por último, se presenta una pieza realizada con maderas recuperadas de una fábrica de ataúdes de la localidad que con formas exuberantes dialoga, además de con los elementos vegetales, con las herramientas típicas de la labranza y los arados del campo valenciano recopiladas en la Casa Cuesa. Esta última, tanto formal como conceptualmente se ancla con la obra de Giuseppe Penone quien hace visible lo invisible al extraer el árbol dentro del árbol con su trabajo escultórico.
El protagonismo de la materia Aquel día el arte no fue protagonista, tampoco lo fuimos las personas. Aquel día el protagonismo fue de los objetos de la casa, de las piezas que incluimos y también de la paella. Las personas fuimos un agente más, nos dejábamos afectar por nuestro entorno y reaccionábamos a él. De la misma manera que lo hacen los objetos, quizás no nos diferencien tantas cosas como pensamos.
Pero, ¿y los materiales? Barro, hierro, papel, grafito, pelo, plástico, aluminio, piedra, arroz, bioplásticos, pollo, conejo, vidrio, fibras, azafrán, esparto, madera… Todos estaban ahí y no pasaban desapercibidos, sino que eran un hilo que conectaba todo lo que estaba. Los materiales tienen más poder del que pensamos, parece que desaparecen al quedar eclipsados por los objetos que ellos mismos conforman. Pero en realidad siguen ahí, reaccionando al entorno, dilatándose, derritiéndose, combándose, oxidándose, pudriéndose…amenazando a los objetos con la desmaterialización.
En mi primera propuesta hablaba de una humanización de los objetos, fantaseé con la idea de que todos tenían alma y muchas cosas que contar. Ahora hago justo lo contrario, ¿y si las personas simplemente somos hervideros de actividad en constante pulso con el resto de materiales que también habitan en entorno?
Campo…El cielo azul transparente, tan cercano a la tierra, donde las nubes se pueden tocar…La inmensidad…Aquel día, de nuestro primer encuentro se presentaba con esta imagen. Ahí, rodeada con las parcelas de campos en plena floración, nos encontramos en la casa Cuesa. Casa que siempre ha atraído el ojo de los curiosos. Esta vez nos ofrece visitar sus rincones, el patio, los objetos, que están codificados por su historia. Pep Butifara, el anfitrión, se encargó de explicar la procedencia particular de cada cosa que te llamaba la atención, acompañando la historia con una perífrasis o una canción.
Personalmente, participar en este proyecto fue un reto, que me provoco las emociones de felicidad. La libertad del movimiento, conexión y complejidad entre compañeros es lo que sorprendía y atraía: donde cada uno se ubicó sin molestar unos a otros.
Las texturas, color, el diseño, la utilidad de los objetos cotidianos que atravesaron y perduraron en la historia nos guillaban y despertaban la posible intervención sobre ellos. Convirtiendo los en un símbolo mensajero, que comunicaba y provocaba.
Esta interacción entre los objetos y espectador – la propuesta del juego que creamos entre todos manifestando la creatividad a través de distintas disciplinas artísticas: escultura, performans, grabado, pintura, instalación, teatro, etc…. Me impulsó de pensar y expresar, ofrecer el arte de grabado a través de otra perspectiva.
Una recopilación de objetos antiguos que evocan diferentes momentos históricos, donde lo descartado es la clave para descifrar un pasado íntimo. Lo que alguna vez fue útil, lo que pasó de mano en mano o fue arrojado sin más, ahora es testimonio silencioso de un linaje de ausencias, un eco material de vidas que se desmoronaron.
Asimismo, el objeto artístico puede ser entendido como un dispositivo de memoria, una forma de encapsular el tiempo, la experiencia y el deterioro. En este sentido, actúa como una vanitas, recordándonos la fugacidad de la existencia y el inevitable paso del tiempo, como en las pinturas barrocas —Vanitas (c. 1630) de Pieter Claesz o Still Life with a Skull (c. 1625) de Philippe de Champaigne—servían para meditar sobre la muerte y la impermanencia.
Hoy el arte recoge fragmentos del presente, los reconfigura y los carga de significado simbólico. Esta mirada encuentra eco en la arqueología de la basura, disciplina que estudia los residuos humanos para entender el comportamiento social. El arte, al apropiarse de lo desechado, convierte lo banal en testimonio, como las instalaciones del colectivo Basurama o los ensamblajes de Joseph Cornell. Así, nos confronta con el consumo, el olvido y la transformación: una vanitas del siglo XXI, hecha con los restos de nuestra propia historia.
Me cagué en l’estral d’un churro En el bonet de un rector y en la vara del alcalde y ¡en la cara del president!
Acción Coral en 2 partes (video y fotografía enmarcada) una colaboración entre Graham Bell Tornado y Pep Gimeno “El Botifarra” Un museo etnológico es un espacio que reúne objetos del pasado de un pueblo y construye una mirada sobre su pasado. En Casa Cuesa la selección de objetos es muy heterogéneo incluyendo herramientas de campo, objetos de uso domestico y otros que son mas decorativos. Los contenidos y su disposición responden a decisiones tomados por su dueño Pep Gimeno El Botifarra, cantante y etnólogo musical que se dedica a documentar y interpretar canciones tradicionales de la zona. A mi me interesa su papel de impulsor de este proyecto etnológico porque en mi practica hago mi propia interpretación de la historia desde una perspectiva queer y ecotransfeminista, tratando de evidenciar relaciones de poder que se dan por sentadas. Investigando su repertorio con Pep para ver que encajaría con este filosofía, decidimos cantar dos – la famosa Malagueña de Barxeta y un “cant de batre”. Según me cantaba Pep este ultima, cada estrofa esta seguida por un sonido gutural que sirve para alentar el animal que trabaja. Como sujeto transgénero, queer, femenino, me identifico con este papel del animal dominado, entonces para realizar la acción me vestí con dos elementos simbólicos de esta sumisión: el delantal de una ama de casa y un arnés de poni. Al principio de la acción yo iba dando vueltas alrededor de Pep, como el animal que trabaja sacando agua de un pozo, mientras el cantaba. Poco a poco empece a cantar con el, improvisando sobre la letra para acabar los dos cantando la letra actualizada que aparece aquí arriba, que es una critica de la inacción del Presidente Mazón durante la Dana. En seguida se realizó una cacerolada con el publico presente golpeando cazuelas y otros elementos encontrados en la casa. Quiero agradecer a Pep su disposición para colaborar y salir de su zona de confort para realizar esta acción.
Intervención de Elia Torrecilla para On está l´haca?
BUSCAR EL RITMO DE LA LIGEREZA
Acompasar el tiempo. Liberarlo
Traerlo al presente
Celebrarlo
Esperar la señal. Activarlo
Hacerlo sonar
Bailarlo
La acción consistió en poner en marcha todos los relojes del lugar, programados para sonar al unísono a una hora determinada. La señal partió del reloj matriz, situado en la entrada, que marcó el inicio. Yo fui quien activó ese primer impulso, como una presencia hipnotizada por el tiempo, casi como una exploradora en busca del ritmo perdido -el de la ligereza-. En ese gesto se invocó a los asistentes a abandonar el espacio. Así, la orquesta sonora de los relojes sincronizados dio paso a la acción colectiva Concierto para una tierra baldía.
Como huella quedó el sonido, su fantasmagoría activada por el cuerpo, que respondía con eco mecánico a la presencia física, como un eco suspendido en el tiempo.
On Està l’ACA? és un projecte que convida a observar, mimar i estimar els objectes artesanals que Pep Gimeno “Botifarra” ha anat recollint al llarg dels anys. Amb la voluntat d’implicar el públic en aquesta experiència, es proposa un joc d’investigació: descobrir on es troba l’HACA. El espectador haurà de emparellar cada frase i la seua càrrega amb la identitat de l’artista.
es un projecte comissariat per Chiara Carzan i Martíllopis.
I com comenta el artista i comissari Aureli Domenech: «Aquest joc no només posa en valor les eines tradicional, sinó que també convida a la reflexió sobre la seva vigència i transformació en el present, tot recuperant sabers i costums que corren el risc de quedar en l’oblit».
Amparo B. Wieden Angela Malysheva Aureli Domènech Bibiana de la Soledad Carlos M. Barragán Celia Marco David Vila Elia Torrecilla Graham Bell Tornado Inmaculada Abarca Jaume Chornet Macdiego Merche Pereira & NEA Pepe Romero Ramón Gómez de la Serna ( Assistit per Miguel Molina-Alarcón) Sara Vilar Tham Cassany
Aquest projecte, que ben bé podria esser una reflexió sobre el ready made, tractarà de interactuar amb els objectes artesanals que estàn per tot arreu al llarg i ample de la casa Cuesa i amb la idea de fer participar al públic que a la fi es qui reinterpretarà la resposta, si es que ha de haver-ne alguna.
Es crearà un recorregut on cada artista proposarà una peça o una idea que dialogue amb els aparells artesanals de la sala o jardí. Se procurarà mimar , curar, respectar, jugar amb els objectes de manera que , com si de un “ACERTIJO” es tractara, els espectadors han de trobar on està l’haca, en este cas , on està l’art? On està la obra? Obra que, en qualsevol cas, es confondrà entre la gran quantitat de peces que presenta la sala.
La idea es no crear més objectes que predominen sobre la artesania o la etnologia de la sala, sinó que les revaloritzen. Revaloritzar lo local en estos temps on lo global ens ha engolit.
Una vez más el Ayuntamiento de Alboraia, apuesta por el arte intergeneracional, donde lo emergente comparte espacio con el pretérito actual. Donde Chiara Carzan se alinea con Vicente Carrión para hablar de fotografía y arte.
La fotografía, al parecer, en el arte siempre queda relegada a un segundo plano. Y no es porque no tenga valor artístico, más bien es porque no se le añade el valor que se merece para darle justamente el status artístico. Son muchas las exposiciones, grandes exposiciones en lugares grandes que, por decisión del comisario las fotografías se presentan de manera, si se me permite la tautología, tan planas. Paseos aburridos perfectamente alineados y creados de manera matemática para guardar un orden academicista que nada aportan a su lectura. Sólo aptos para doctorandos y estudiosos del Diafragma , la Iso y la Velocidad.
Hoy quiero poner en alza no la fotografía, que también, sino la labor del comisario, en este caso comisaria, Chiara Carzan.
En la exposición Rememora, sito en la Casa Cultura José Peris Aragó de Alboraia vemos un ejemplo de cómo el arte y la fotografía se fusionan. En esta ocasión el fotógrafo Vicente Carrión nos presenta la Alboraia de los años 70, poniendo de relieve el año 1979, año donde se consolida la democracia en España y, por ende, los españoles pueden votar libremente. Vicente Carrión, recién llegado a Alboraia, queda impresionado por las instantáneas que la calle le ofrece y, de manera analógica, las captura en su cámara. Vicente Carrión, desde una mirada amateur, nos propone unas secuencias de altura y con la ayuda de Chiara Carzan, de auténtico profesional. Nos ofrece 5 temas de los muchos que él posee: Carrers, Platges, Infància, Galotxa y Festes.
Visto así seria un mero documental de las costumbres que en esos años en Alboraia se materializaban. Por cierto, a fecha actual, se perciben grandes cambios, otros usos y otras costumbres, con lo que, como documental, ya nos parece una exposición interesante. Pero la exposición va más allá, es, más bien, un largometraje, un largo viaje.
Chiara Carzan, comisaria, toma las fotografías como suyas y les da un empujón. Nos presenta las mismas como si de un mapa se tratara, de manera que al espectador le obliga a ir de un lugar a otro dentro de cada tema par hacer varios recorridos con un único fin, que se sienta parte del mismo, que sus vivencias se aúnen con las mismas, bien porque las ha vivido o porque sus padres, sus abuelos se las han contado: los mayores porque nos identificamos y los más jóvenes, porque materializamos aquello que nuestros mayores nos contaron. Una gozada.
Por otra parte en los trabajos de Chiara El Público es fundamental, siempre crea un espacio para que interactúen. Ella sabe que la obra de arte necesita que sea el espectador quien se implique y la termine.
La exposición Rememora consigue que el publico se pasee por la sala en un ir y venir comentando no sólo las fotografías, también las anécdotas.
Chiara no crea un recorrido explicito sino un laberinto de emociones para conseguir que todos los participantes formen parte de la obra y se fusionen con ella al igual que la fotografía se fusiona con el arte. Y por último, pero no por ello menos importante, les confiere volumen a las fotografías. Harto estoy de exposiciones planas y simétricas. Chiara crea ritmo y texturas en una disciplina donde parece ser esté predeterminada a lo plano y bidimensional. Agradecer la labor de conseguir crear un viaje, quizá un recorrido escultórico con tamaños y espesores disimiles que no hubiera sido posible sin la mirada asombrada del fotógrafo Vicente Carrión. La exposición, además, es imprescindible para quien quiera saber de fotografía, es didáctica, nadie que pretenda ser comisaria o comisario debería perdérsela.
Alboraia se ha convertido, gracias a la labor de Encarna Dolç, auspiciada por la regiduría de cultura y por el empeño del alcalde y su ayuntamiento, en un frente cultural emergente. Por ella han pasado multitud de jóvenes artistas y una gran parte del elenco docente de la Facultad de Bellas Artes de València, Altea y Teruel, al menos los que que a mí me constan.